A Carlos Fuentealba, Docente (Poema)

En esta noble tierra

En esta noble tierra,
polvo cubre frescos cuerpos,
en esta tierna tierra.

Sangre hija en las acequias,
las aceras,
en esta bella tierra.

En esta grande tierra,
ardieces que se riegan
con el pulso de la vida
y sus compases,
en esta dulce tierra.

Nueva tierra
pide el hombre,
pero en esta bella tierra
hay cuaresmas
y los anteriores ecos
de recónditos degüellos
que espesaron
a esta insigne tierra.

En esta dulce tierra
perros rasgan los tobillos
y persiguen
y ejecutan
a un maestro,
a un obrero;
y la sangre que dispersa
el colmillo de la bestia
hace agria
o más dulce
a esta dulce tierra.

Ardieces hoy reclaman
otro cuerpo
y lo entrañan en su esencia
y lo vuelven hacia el polvo
de más vida
subterránea,
carburífera,
y lo llenan de más tierra.

Pero,
sobre esta noble tierra
se levantan
otros cuerpos
sin clausura
reagrupando su impotencia
y las partículas conclusas
se incrementan.
Se exaspera el polvo,
la vida se subleva,
y la ausencia,
y la tierra
y cuanto de dulce
o agrio
pueda haber en ella.


Un volcán de voluntades,
invoquemos,
para esta dulce tierra;
desde esta dulce tierra.
Una cepa frenética de puños
que expulse las afrentas,
que extinga a los traidores,
que entierre a los verdugos,
ahora a ellos,
para siempre,
en esta dulce tierra.

Juan Arenas; 05/04/2007