Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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domingo, abril 06, 2008

La Argentina Entrampada - I -

Por Mempo Giardinelli
Cow
En la edición Nº 264 de la revista "Debate" el escritor y periodista chaqueño reflexiona sobre los enfrentamientos que desató el conflicto entre el gobierno nacional y el "Campo". Chaco Día Por Día.

1- Polarización y neogolpismo

Nadie sabe qué pasará cuando se cumplan los 30 días de suspensión del paro agropecuario. Pero lo que pasó fue grave y dejó secuelas dolorosas. Y mostró una nueva y peligrosa polarización, de esas que cada tanto despedazan a este país.

Claro que también queda alguna esperanza, aunque la cantidad de mentiras y distorsiones de estas tres semanas obligan a moderar el optimismo.

Cuando aparentemente ha terminado la batalla queda la sensación de que, a 32 años de nuestra más grande tragedia política y social, estuvimos al borde de ser conducidos nuevamente hacia el abismo. La Argentina de hoy —está a la vista— es todavía una nación trastornada, sobrada de resentimiento y en mucho peores condiciones sociales, educativas y culturales que en 1976.

Aunque ya no parecen posibles los golpes de estado, sí quedan embriones de golpismo y ahora, además, hay manipulación mediática de sobra. Lo hemos visto estos días: famosos periodistas manipularon el descontento desde supuestas objetividades periodísticas, cuando son, ya, verdaderos dirigentes opositores.

Pareciera que ni los agraristas en huelga ni el gobierno se dieron cuenta de ello. Los primeros porque los grandes diarios, la tele y la radio eran funcionales a su gesta. El segundo porque siempre se equivoca en esta materia. Desde Alfonsín, los sucesivos ocupantes de la Casa Rosada le entregaron a los multimedios un poder desmesurado. Cuando lo usan en defensa de sus intereses, entonces, no tiene sentido quejarse de “dictaduras mediáticas”.

¿Qué esperaba la Señora Presidenta? ¿Qué podía y puede esperar de los grandes diarios, la telebasura y sus opinadores a sueldo devenidos dirigentes de oposición encubiertos?

Es compartible su queja por lo tendencioso de los medios, desde ya, pero es el gobierno quien les da el poder que tienen. Cada tanto se lo renuevan por decreto.

2. Un repertorio de errores

Los actores de este capítulo de la tragedia no dejaron error sin cometer. Por un lado, funcionarios que no midieron el tamaño de la protesta que se venía y dispusieron retenciones (que están bien y son necesarias, como correctamente explicó CFK más de una vez) a todos por igual en un país de desiguales (lo que es injustificable).

Esa absurda “igualdad” deslava la intención redistributiva subrayada por la presidenta. En cuyo gobierno, además, militan impresentables, lamentablemente entreverados con muchos respetables y honestos funcionarios. Y para colmo, los gobiernos K no se caracterizan por corregir errores.

Al contrario, y acaso por herencia de la tara menemista, no le exigen renuncias a los torpes, inútiles o poco transparentes. Sobran ejemplos de funcionarios que crisis tras crisis siguen en sus puestos como si nada. Ahí está toda el área de Transportes como prueba.

Por si fuera poco, es el mismo gobierno el que profundiza la concentración económica y favorece las ganancias de los más grandes, al punto que muchas veces parece proteger más a los ricos que a los pobres.

Cierto que su discurso es nacional y popular, y que tuvo fuertes razones en esta puja, pero no admite que carece de plan agropecuario. Que no hay programa de desarrollo. Que la mejoría de los números no es utilizada con miras al mediano y largo plazos. Por eso insiste con trenes bala mientras la red ferroviaria sigue destruida. Por eso no coparticipa ingresos.

Un proyecto de nación no se hace sin programas sensatos y mesurados. No se hace disputando con sectores a los que finalmente, casi siempre, se les hacen concesiones. Es de temer que las veremos, todavía.

Por eso el mayor absurdo de estas semanas fue ver a miles de pequeños propietarios (PP: dueños de hasta 150-200 hectáreas) fungiendo de piqueteros cerriles en favor de los grandes terratenientes, los pools sojeros, y los que arruinan la tierra con glifosatos y transgénicos que son el negocio de algunas multinacionales.

Como bien ha apuntado el economista y diputado Claudio Lozano, en el modelo sojero impuesto en la Argentina en los últimos 20 años sólo “936 propietarios controlan 35 millones de hectáreas, a razón de 38.000 cada uno, mientras casi 150.000 propietarios tienen 2.200.000 has., a razón de sólo 16 cada uno”.

Esta concentración constituye de hecho una “nueva oligarquía” de “no más de 2.000 productores que controlan más del 60 % del producido de la soja” y que incluye a pools de siembra que no necesariamente ejercen control sobre la tierra pero manejan capital e insumos y arriendan los campos.

Está claro a quiénes afectan más las retenciones y los funcionarios debieron saberlo. Al menos para que la vocación redistributiva del gobierno sonara más sincera. Flaco favor le hicieron a su jefa y fue una pena, como fue una pena la confusión de los PP. Y decirlo no es acusación ni agravio. El enojo no debe dirigirse hacia ellos, aunque muchos se hayan convertido a un anticristinismo infantil.

El campesinado, aquí y en todo el mundo y en todas las épocas, fue, es y será conservador. Su concepción ideológica, e incluso su psicología, en lugar de condenada debe ser comprendida.
La gran mayoría de la tierra argentina, como de la renta agraria, sigue en manos de menos de mil personas, familias o empresas. Apenas mil. La inmensa mayoría de los PP tienen intereses diferentes y no advertirlo, no aplicarles gravámenes diferenciados, fue un enorme error.


Pero no fue el gobierno el único que se equivocó. También todos los dirigentes agrarios y los miles de neocampesinos urbanos que se aglomeraron alrededor del “campo” partiendo de un error semántico. Veamos.

3. El concepto “campo”

Gracias a una asombrosa, artesanal manipulación desde los medios, se dividió al país en “campo” de un lado y “gobierno” del otro. La distorsión (no siempre inocente) que sufrió el vocablo “campo”, incentivó la casi unánime condena mediática de la prensa y la tele más reaccionarias e instaló en rutas y centros urbanos, en cacerolazos y supuestas “puebladas”, al “campo” como sinónimo casi único de Patria.

Como suma de virtudes y esencias de la nacionalidad. Tal como hacían las dictaduras, no casualmente apoyadas siempre por las oligarquías reacias a ceder, ni mínimamente, la renta agraria.

Esa apropiación del vocablo “campo” de manera sectaria, injusta y cretina, fue por lo menos chocante.

La palabra “campo” viene, según el Diccionario de la Real Academia, del latín campus (terreno llano, extenso, fuera de poblado). Tiene múltiples acepciones: tierra laborable; espacio con sembrados, árboles y cultivos; terreno de juego donde se practican deportes; terreno reservado para ciertos ejercicios; ámbito real o imaginario de una actividad o conocimiento.

El concepto remite a la Física, la Heráldica, la Óptica, la Informática, la Tecnología, la Lingüística y la Mitología. Por lo menos. Y además se aplica al recinto cercado para reclusos, especialmente presos políticos y prisioneros de guerra (campo de concentración), y por si fuera poco se aplica “al lugar donde hay mucha confusión y en el que nadie se entiende”. A veces es muy sabio el DRAE.

Pero aquí se instaló el vocablo resignificado casi solamente como propiedad de la tierra, y dado que en la Argentina hay miles de PP, en el amontonamiento la palabra devino sinónimo de "estancia”, de “empresario ganadero" e incluso de “pool sojero”.

No ingenuamente, eso facilitó la polarización entre “campo” y “gobierno”. Eso sirvió a los antidemocráticos y a los que siempre pierden elecciones. Que rápidamente dividieron a la sociedad en dos: “contra el campo” o “a favor del gobierno”.

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