Dengue: estamos ganando
Lunes, 06 de Abril de 2009
La escena, relatada por una persona que vio el diálogo sin mayor sorpresa, sintetiza la desconfianza nacional sobre la forma en que el Ministerio de Salud del Chaco enfrenta la epidemia de dengue y sobre la propia Mendoza.
Capitanich, consciente de ello, removería del cargo a su esposa antes de que termine abril, a menos que el gobernador vuelva a diferir una decisión en la que su interrogante de hierro es cuál será el costo total que tendría un enfrentamiento de esa magnitud con su mujer.
En casos así, el truco habitual es negociar y plantear un canje por otro espacio. En este en particular, no es tan sencillo. Mendoza suele decir, sobre su llegada a Salud, que “se preparó diez años para ese cargo”.
Por eso no dudó en pedirlo públicamente cuando su marido aún no había asumido, antes del 10 de diciembre de 2007, y por eso le puso a Alberto Holzer una asfixiante marca a presión desde La Sonda Saltamente Positiva, su programa radial dilecto.
Es decir que Capitanich, en caso de concretar el despido ministerial, deberá prepararse para una tormenta que hará parecer una simple llovizna a aquella desgracia de Nueva Orleans con el huracán “Katrina”. A menos que logre para ella la conducción de la Organización Mundial de la Salud.
Ginebra, ven a nosotros
Mientras la disyuntiva matrimonial del gobernador sigue su curso, el dengue también sirvió para mostrar hasta qué punto la guerra política en el Chaco carece de límites y que en ella ni la Convención de Ginebra tiene vigencia.
El oficialismo peronista mintió tanto con los números iniciales de la epidemia, que en treinta días tuvo que pasar de reconocer 9 enfermos a admitir hoy -lunes 6 de abril- la existencia de casi 6.000.
El radicalismo, desde la vereda de enfrente, puso a las cifras tantos ceros que parecían estar adornando una torta. Hasta se llegó al punto de dar por muerta a una mujer que proseguía con vida y que además no tenía dengue. La explicación del intendente Tejedor, diciendo que el error le había sido inducido “por el chofer de la ambulancia”, hubiera sido mejor que se la guardara.
En el gobierno la información que se maneja habla de una deliberada pasividad de algunos intendentes de la UCR frente a la llegada del virus, con la clara intención de que los enfermos se multiplicaran cuanto antes y fueran, en plena campaña electoral, una factura política a nombre de Capitanich. ¿Será posible?
Cuesta creerlo. Cualquier intendente sabe que un problema en su pueblo, sea cual sea su índole, siempre es un problema propio (salvo el drama de la pobreza en Resistencia, que Aída Ayala parece considerar una maldición divina de la que deben hacerse cargo Dios y Aldo Leiva).
Pero a la vez, hay datos que de haber sido planteados por el azar, son extremadamente casuales. Por ejemplo, que las dos ciudades más infectadas son Sáenz Peña y Charata, dos municipios radicales en los que la guerilla desatada por el rozismo contra el gobierno tuvo mayor virulencia bajo el disfraz que permitió usar el conflicto “con el campo”.
En Charata, Miguel Paglia, empresario que se puso a coordinar entre el gobierno provincial y los vecinos las acciones preventivas, denunció que se cargaba sal en las mochilas de fumigación, para volver inocuos a los productos que debían matar a los mosquitos transmisores.
El caso de Paglia es curioso. Fue golpeado –él identificó como responsables a personas que salieron de la municipalidad- en la calle luego de haber sido designado (sin cobrar remuneración alguna) para la coordinación mencionada.
Si su tarea es adicional a la que realiza la municipalidad, no excluyente ni supresora, ¿qué es lo que molestó tanto?¿Que se reforzaran los operativos de descacharrado y fumigación?¿Que la cantidad de enfermos no creciera con mayor velocidad?
Como sea, está claro que el dengue no fue abordado con un criterio sanitario, sino político. El gobierno de Capitanich ocultó información, para no arriesgar las perspectivas electorales. El radicalismo parece rogar que haya más enfermos y, si es posible, más muertos, antes del 28 de junio.
Si el aedes aegypti fuera más inteligente, en este momento podría quedarse con la mitad de las candidaturas en cualquiera de los dos boletas. O en ambas.
En el medio, como canta Serrat, está la gente. ¿Pero a quién puta le importa?
Sergio Schneider - Angaú Noticias en serio.
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