Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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sábado, junio 10, 2006

¡Argentina! ¡Argentina!

Argentina
Señor Director:
Me resulta paradójico el nacionalismo que florece cada cuatro años con los mundiales de fútbol. Un nacionalismo exacerbado que nace y se contagia desde el más pequeño hasta el más grande. La calles, la ropa, las casas, los comercios tiene los colores del cielo, de la bandera. Ni las fechas patrias provocan este furor.

Los argentinos pasamos despotricando contra el país la mayor parte del tiempo. Pero cada cuatro años aparece una niebla que vela el recuerdo, que vela la bronca y surge el amor a la camiseta. Ya no importa los militares y el golpe de estado, Menem y el vaciamiento, De la Rúa y el Corralito, la desocupación, los altos índices de pobreza, el precio de la carne, etc., etc., etc. Todo es olvidado repentinamente y somos más argentinos que nunca. Es de lo único que se habla, lo único que se ve, y parece que es lo único que importa.

Me resulta increíble que un grupo de jugadores de fútbol, por más que sean los mejores jugadores del país, despierten más admiración que nuestros próceres. Si San Martín o Belgrano supiesen de esto tal vez hubieran practicando con el balón.

Ante esta fiebre colectiva manifesté que se debe ser nacionalista siempre o no serlo. Porque muchos de los que andan por la calle con la camiseta argentina, el 25 de mayo no usaron escarapelas. O no cantan el himno en los actos del colegio de sus hijos. A pesar que el nacionalismo no se mide por usar o no símbolos patrios.

Pero de repente entendí cuál era el sentido de toda esta locura. Cuando mi hermano de 19 años me preguntó “¿y vos con quién vas a mirar el partido?”. Me remonté a esa edad, a mundiales anteriores y comprendí. El mundial nos une. Nos une con la familia y con los amigos, con quienes nos reunimos un rato antes, asado de por medio, para comenzar a ver el partido. Nos une como personas, como vecinos, como ciudadanos. No existen peronistas o radicales, ni River o Boca, ni grandes ni chicos, u hombres o mujeres.

El tipo en el bar, que ante un gol de la selección lo festeja abrazando al desconocido de al lado. Al mismo tipo que lo hubiera “puteado” si se le cruzaba con el auto. Si el tipo que está deprimido porque no encuentra laburo, por un momento se le infla el pecho de alegría, se olvida de sus dramas cotidianos para dejarse llevar como la pelota por la cancha.

Todo el país comparte por dos horas los mismos sentimientos en el mismo momento: ansiedad, nerviosismo, angustia, alegría. Todo el país se paraliza. Este es realmente el fenómeno. De esto se trata. Y que un deporte ocasione todo este terremoto de sentimientos en un país entero sigue pareciendo aún ilógico.

Pero si un partido de fútbol sirve para sentirnos orgullosos de nuestro país aunque sea por un rato, bienvenido sea. Por eso entiendo que gran parte de nuestro problema es el desencantamiento y la desilusión que se convirtió casi en el desprecio a la patria.

Lo lamentable es que todo esto se diluya casi tan rápidamente como vino. Porque va continuar mientras la selección clasifique y va terminar cuando el mundial finalice. Y harán falta otros cuatro años para volver a sentirse argentinos.
Marcela Cáceres.
Carta de lectores, Primera Línea.

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