Alcohol No Rima Con Juventud
La NaciOnline - Editorial - 19/01/2007.
Las zonas de veraneo, en especial las de la costa atlántica, se han convertido, como siempre ocurre, en receptoras de gran parte de nuestra juventud. Eso sería normal de no mediar el alarmante hecho de que muchos de esos veraneantes suelen interpretar que la diversión, sobre todo la nocturna, no es tal si no va del brazo de la copiosa ingestión de bebidas alcohólicas, tal como lo ha informado en estos días LA NACION. Tan desenfrenada y tolerada costumbre no debería tomarnos por sorpresa. El último informe sobre los jóvenes escolarizados de entre 16 y 23 años elaborado por la Subsecretaría de Atención a las Adicciones de la provincia de Buenos Aires reveló un llamativo incremento en el consumo de bebidas alcohólicas.
Ese dato se refuerza con otro igual de preocupante: pese a que la venta de alcohol está prohibida para menores de 18 años, la venta de bebidas blancas, también denominadas espirituosas, creció casi un 30 por ciento en tres años. Nadie en su sano juicio puede dejar pasar así como así estas revelaciones, índice concreto de una negativa y muy peligrosa tendencia de nuestra juventud.
De por sí, la ingestión temprana de alcohol provoca un notable deterioro físico. Pero, además, es una de las tentaciones para ingresar en el camino de la drogadicción. De acuerdo con datos recientes, elaborados por la Cámara Argentina de Destiladores Licoristas, en 2002 fueron vendidos 58,6 millones de litros de bebidas blancas, comúnmente denominadas espirituosas, y en 2005, 61,8 millones.
Dentro de esas cifras, el vodka acapara mayoritarias preferencias: su ingesta creció un 64,2 por ciento, al pasar de 860.338 litros en 2002 a 1.412.949 litros en 2005. El consumo masivo sigue apuntando a la cerveza, cuya graduación alcohólica es del 5 por ciento, o el vino (12 por ciento), aunque a la postre resultan ser igualmente dañinos.
Precisamente desde la Subsecretaría de Adicciones se advirtió sobre la peligrosidad de los licores espirituosos por causa de su alta concentración de alcohol: el gin, el ron, el tequila, el vodka o el whisky tienen un 40 por ciento de esa sustancia.
Laura Mariano, psicóloga y especialista en adolescencia y familia, advierte: "La escalada de la ingestión de las llamadas bebidas blancas está en relación directa con el efecto duro que producen. Actualmente, como dicen algunos chicos, la cerveza sólo es «el mate» de la noche".
Entretanto, el Observatorio de la Subsecretaría de Atención a las Adicciones realizó una encuesta entre 1831 estudiantes de 16 a 22 años. El 54 por ciento admitió que si tuviese que comprar bebidas para una reunión calcularía como mínimo media botella de vodka por persona para mezclarla con algún refresco o energizante. Y el 68 por ciento reconoció que adquiriría un mínimo de dos botellas de litro de cerveza por persona.
En cuanto a las bebidas espirituosas, el 31 por ciento dijo que se inició en su consumo entre los 14 y los 15 años y el 43 por ciento lo hizo entre los 16 y los 17. Esos hábitos, por denominarlos de alguna forma, desarrollados en particular en los "boliches" y en previas tenidas alcohólicas, están exacerbados en las zonas de veraneo, donde se alternan con el uso de la marihuana y, en menor medida, de la cocaína.
Asimismo, tienen relación directa con la ingestión de bebidas energizantes, las cuales son mezcladas con whisky o vodka, combinación explosiva, tóxica y potencialmente mortal.
Es urgente y necesario que los adultos nos hagamos cargo de nuestra responsabilidad. Hay que revertir esa situación, que ya ha dejado de ser circunstancial y amenaza convertirse en crónica.
Para ello habrá que intensificar las campañas de prevención e información sobre el abuso del alcohol y sus gravísimas consecuencias, tarea que no sólo depende de los organismos de control, sino que es fundamental que se involucren en ella el Estado, la comunidad, la escuela y, esencialmente, la familia, ya que es un problema que nos afecta a todos.
También deberá ser revertida la permisividad social que existe en torno del consumo de alcohol. Al respecto, la familia tiene un rol primordial que cumplir. Los jóvenes necesitan que les definan cuáles conductas son apropiadas y cuáles no lo son y que les pongan claros límites a qué está permitido y qué no lo está. Por ejemplo, que les inculquen respetar horarios razonables para divertirse.
Asimismo, sería importante que los padres señalasen los motivos por los cuales sus hijos deben entender el porqué de esas normas y la necesidad de acatarlas. Y los jóvenes deben entender que las normas familiares y su aplicación son una expresión de atención y cuidado por ellos; en definitiva, que se trata de demostraciones de afecto.
Las obligaciones establecidas por la familia y su refuerzo expresado en premios y castigos son, en definitiva, parte importantísima del sensato control que los padres deben tener sobre la conducta de los hijos.
Alcanzar ese punto significará, probablemente, haber vencido a esta plaga que hoy nos ha invadido y pone en peligro a nuestra juventud.
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