Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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martes, febrero 20, 2007

Un Matrimonio Que Dedica Sus Días A Ayudar A Los Niños Chaqueños

La NaciOnline - 19/02/2007.
Family 3
Historias solidarias. Los Cabantous abrieron la Casa del Lucero para contenerlos y ayudarlos.

SAENZ PEÑA, Chaco.- A los ojos de un adulto, esta modesta vivienda de tres ambientes, con una galería al costado que la separa de un patio amplio, no se diferencia del resto de la fisonomía del humilde barrio de Lamadrid, por más que lleve el nombre esperanzador de Casa del Lucero.

Pero para los 12 niños que concurren a ella, es un hogar donde cada día se descubren paisajes maravillosos y coloridos, a través de las risas, los ojos pícaros y los juegos.

Este es el clima que se vive cuando se visita esta casa donde el matrimonio de Martín Cabantous y Gabriela Canteros iniciaron un proyecto familiar, desde diciembre último, destinado a acompañar a las niños y niñas, con preferencia de aquellos que pertenecen a los sectores con menos posibilidades, durante los primeros años de vida y la etapa escolar.

Quieren recrear un ambiente donde puedan crecer felices y plenos; hacer efectivos sus derechos a tener una familia, ser contenidos, crecer, estar sanos, poder alimentarse sanamente, ir a la escuela, jugar. "Ante todo somos una familia", aclaran Martín y Gabriela, ya que la Casa del Lucero nació como una iniciativa familiar, y ellos están dedicados exclusivamente a esto: ésta es su vocación y su trabajo.

Porque ellos viven en esa casa junto a su pequeña hija, Lucero Cabantous, de dos años, quien le dio sentido a este proyecto, inspiró a sus padres e incluso le aportó su nombre. Y porque además integraron a otros 12 niños, desde los tres hasta los 11 años, que concurren periódicamente al lugar y lo alegran con su personalidad. Quieren "ayudarlos a crecer", a darles contención, "verlos sonreír", resume Martín, en la casa de la calle 15, entre 16 y 18.

Se construyó en un terreno donado, mientras que la vivienda se levantó ladrillo a ladrillo, en parte con todos los ahorros del matrimonio y con ayuda de amigos y familiares. De la misma manera que abren generosamente las puertas de este hogar, este matrimonio revela su singular historia de vida y que explica mucho de la vocación de servicio que cristalizó en este proyecto.

Gabriela es oriunda de Sáenz Peña, mientras que Martín nació en la Capital Federal. Mucho antes de conocerse, Martín se ordenó sacerdote y ejerció la mayor parte de su ministerio en esta ciudad. A través del trabajo pastoral conoció a Gabriela, quien pertenecía a la Infancia Misionera, uno de los grupos más fuertes que trabajan con niños en la Iglesia. Se enamoraron.

Optaron por la de conformar una su familia. A los dos años nació Lucero, que en el caso de esta pareja significó algo más que la revolución que una hija le aporta a cualquier matrimonio. "Nos puso la vida patas para arriba", graficó Martín. Pero "la alegría inmensa de verla crecer fuerte, feliz y amada, nos llevó a mirar con más dolor a aquellos niños que no tienen posibilidades de reír y jugar como ella

¿Podemos hacer algo?", se preguntaron. "La intención no era tener un empleo y que el tiempo que nos quedase libre llevar adelante el proyecto, sino dedicarnos exclusivamente a esto", dicen. Y esta idea logró un buen recibimiento de parte de conocidos y amigos, que desde Buenos Aires son los únicos que lo sostienen funcionando con sus aportes. Por eso abren su casa a los chicos todos los días, salvo los domingos por la tarde.

En realidad los niños adoptaron este lugar como su espacio, así que permanecen allí durante todo el día, a pesar de que el horario de atención a los niños se concentra en la tarde.

"Nosotros no estamos dando ninguna asistencia alimentaria. Porque entendemos que los comedores están paliando una situación real, pero a veces se multiplican en ellos las falencias y la desprotección de los chicos, que siguen experimentando la ausencia de los adultos", cuenta Martín.

"Nosotros queremos recibir a los chicos para estar con ellos, enseñarles, que sepan que éste es su espacio, jugar con ellos y hacerlos crecer. Tratamos de asistir precisamente a los chicos que necesiten más apoyo.

Empezamos a recibir a los chicos cuando terminaban las clases y varios de ellos tenían que recuperar materias. Todos los niños pudieron aprobar todas las materias. Entonces, el final del ciclo escolar se transformó en una celebración conjunta en esa casa", recuerda Gabriela.
Por José V. Derewicki Para LA NACION
Colaboró Jorge Gustavo Alarcón

1 Comments

At martes, junio 03, 2008 9:18:00 p.m., Anonymous Anónimo dijo...

cual es la pagina para informarse sobre la casa del lucero de la flia. cabantous?

 

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