Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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domingo, abril 06, 2008

La Argentina Entrampada - II -

Por Mempo Giardinelli
Trap Door
En la edición Nº 264 de la revista "Debate" el escritor y periodista chaqueño reflexiona sobre los enfrentamientos que desató el conflicto entre el gobierno nacional y el "Campo". Chaco Día Por Día.

(Continúa de Parte I) ... Que rápidamente dividieron a la sociedad en dos: “contra el campo” o “a favor del gobierno”.

Cretinismo puro. Multimediático, además.

Por supuesto, esa concepción del vocablo no incluía al campesino no propietario. Quedaron fuera el carpidor y el hachero, el cosechero miserable y los cientos de miles de campesinos que se hacinan hoy en los suburbios de las ciudades, en el conurbano porteño, en las afueras de Córdoba, Tucumán o Resistencia. Ésa no era, en esta huelga, “gente de campo”. Ni siquiera fueron “la gente”.

Nadie advirtió que esos campesinos —que son millones— no estarían donde están si hubiera habido planes de desarrollo agrario, trabajo digno, subsidios estatales para arraigar a millares de familias. Y si no se hubiera suplantado la mano de obra agraria por la cosechadora sojera.

Para muchos neocaceroleros urbanos de este patético marzo los miles de indigentes, desempleados, sin casa, delincuentes y drogadictos —cuyos abuelos y padres nacieron y se criaron en los surcos y oliendo bosta, hasta que fueron expulsados y condenados a vivir en villas miserias— no son “productos del campo”. Para los dirigentes políticos resucitados, como para cierta clase media, tampoco.

La concepción de “campo” se redujo a “propiedad” y ahí se mezclaron, vivos y veloces, los terratenientes. Muchos de ellos, es innegable, sinvergüenzas que no quieren ceder ni una pizca de la renta agraria, ésa que no se toca desde que somos nación y que encima los hace creerse dueños de la república, como en cada golpe de estado al que aplaudieron (y los aplaudieron a todos).

“Campo” es una palabra fundamental para los argentinos. Nada del campo nos es ajeno, y por eso nadie puede estar “a favor” o “en contra” del campo. Convendrá recordarlo la próxima vez.

4. Los olvidados de la tierra

A todo esto, el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, como el de Córdoba y de otras provincias, reclamaron “memoria ante las protestas” del “campo argentino” (el encomillado es de ellos). Son decenas de miles de campesinos desheredados. Son comunidades indígenas, grupos familiares organizados en pequeños territorios en los que la tierra es, todavía, “un bien lleno de vida diversa”.

No estuvieron en silencio estos 21 días, pero casi nadie los escuchó porque la prensa y “la gente” les dieron la espalda.

Estos campesinos —quizá los más genuinos hijos del campo—condenaron en sus documentos, que se pueden leer en internet, el doble discurso de dirigentes cuyas “prácticas reproducen el modelo de saqueo y contaminación de la tierra”.

Preguntaron, además: “¿qué hicieron las entidades cuando en la etapa menemista del neoliberalismo más salvaje desaparecían decenas de unidades familiares de producción agraria?” Y también: ¿qué hicieron y qué hacen las entidades agropecuarias “ante los asesinatos, cárceles, persecuciones, torturas y enfrentamiento con paramilitares y topadoras que sufren hoy miles de familias de pueblos originarios campesinos”?

Ese campo profundo, compuesto por millares de argentinos marginados, no pide eliminar retenciones. Reclama tierra, títulos limpios, agua y que no se destruya el medio ambiente. Y reclama que gobierno y productores los vean, los ayuden.

5. Las soluciones, a la mano

Es doloroso que esta cuestión no se resuelva pronto y bien. Sólo hacen falta voluntad política y grandeza para un Plan Agropecuario que contemple medidas como éstas:

1) No aplicar retenciones a los PP. Y más aún: deben ser subsidiados, protegidos como en todas las naciones del primer mundo. El tambero, el triguero, el algodonero, el verdadero PP que se queda en su campo, trabaja y crea empleos y hace docencia con sus hijos, merece apoyo como una pyme industrial.

Ahí está el futuro de este país, que debería subsidiar determinadas producciones, como hace el mundo desarrollado precisamente para garantizar arraigo y proteger a sus chacareros;

2) Aplicar retenciones diferenciadas a medianos propietarios (¿de hasta 500-600 hectáreas?), con políticas de fomento a productos estratégicos, tanto para la exportación como para el mercado interno;

3) Aplicar las famosas retenciones móviles sólo a las grandes extensiones y a las compañías exportadoras que seguirán ganando mucho dinero (¡lo que está muy bien!) pero compartiendo rentas para el desarrollo de la nación;

4) Debería reconstituirse con urgencia la Junta Nacional de Granos, y la de Carnes; y reorganizar un organismo que centralice y controle las exportaciones en base al interés nacional;

5) En todos los casos las retenciones deben ser coparticipables, y equitativas, para que lleguen a las provincias y no sean los señores del poder central, algunos de dudosa transparencia, quienes las manejen.

6. Una democracia resistente

Hay todavía muchos argentinos que se resisten a admitir el horror impuesto hace tres décadas por la junta militar. De hecho circulan retorcidas teorías de empate histórico en la responsabilidad de aquella violencia. En ese marco, no parece casual que este paro cruzó fechas clave como el 24 de marzo y el 2 de abril.

Vilipendiada y abusada, por ignorancia o cretinismo, nuestra Democracia cada tanto es desafiada por neogolpistas. Ya no necesitan a los militares porque ahora los gobiernos se imponen mediante el voto, pero saben muy bien que aquí se tumban presidentes mediante insurrecciones estimuladas.

Ya lo vimos en las sucesivas, penosas caídas de Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Ninguno terminó con prestigio su período y todos acabaron, de alguna manera, corridos por puebladas, saqueos, cacerolazos, compatriotas muertos.

En estas últimas semanas la protesta pudo derrapar hacia ese camino. Los patéticos cacerolazos de “apoyo al campo” fogoneados por la tele privada mostraron cómo muchos argentinos, y no precisamente los más pobres, reclamaban la renuncia de la presidenta.

Por eso firmé una solicitada junto a varios intelectuales el pasado 24 de marzo. Aunque produjo, al menos en mi ordenador, una andanada de apoyos y condenas apresurados, la firmé porque vi a mi país convertido en lo que fue durante casi un mes: una Argentina entrampada.

En democracia podemos expresarnos y todo se debate: en cada pueblo, cada esquina, cada conversación. Somos, hoy, un pueblo mucho más alerta, más comprometido y capaz de reclamar derechos. Es lo mejor de esta nación que somos.

De ahí la leve esperanza que abre esta nota: la democracia resistió y salió fortalecida porque todos los sectores acabaron reconociendo la vigencia de las instituciones. El último discurso del fogoso Alfredo de Angelis fue la mejor prueba:

“Nos guste o no nos guste, la Señora Presidenta es producto de la democracia”, dijo para serenar a exaltados a los que la sola mención de CFK ponía los pelos de punta.

Ojalá primen la cordura, la vocación de paz y el fortalecimiento democrático en el próximo turno.

Ésa es la tarea.

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