Mempo Giardinelli: El Amigo Americano
Chaco Día Por Día - Jueves 03 de noviembre de 2005.
La siguiente es la columna de opinión del escritor chaqueño Mempo Giardinelli que publica la Revista Debate en su último número 138 aparecida hoy jueves 3 de noviembre
La visita a la Argentina del presidente norteamericano es un plato demasiado fuerte como para pasar rápidamente al postre. Aunque uno preferiría ocuparse de otros asuntos, ahí está Maradona en la tele entrevistando a Fidel y exhortando a una insólita y posmoderna resistencia antimperialista: auspiciada por empresas irreprochablemente capitalistas, en el canal del grupo Clarín y con megaproducción de Adrián Suar, y rodeado de chicas nalgudas y visitantes exóticos como Kusturica y Raphael.
Entre bailantero y circo de casino, el asombroso programa del último lunes fue una aproximación verdaderamente surrealista a los tiempos que podría vivir la república en los próximos días. Pero Mar del Plata cercada y la Cumbre del viernes 4 imponen reflexionar seriamente acerca de lo que se juega en la mesa del poder. El poder grande, el de adeveras. El que mete miedo porque tiene detrás al aparato económico y militar más grande y peligroso de toda la Historia Universal.
Ha de ser por eso que durante toda la semana previa se escuchó, de un lado, tanta consigna para expresar la rabia sorda que nadie podrá negar que es el genuino, profundo sentimiento de esta nación. Y por el otro lado ese silencio largo, viscoso, amenazante de los que nada dicen y esperan, acaso, que todo mejore (para ellos) cuando volvamos al horror. Ya sabemos los argentinos de esto.
Frente a quien viene en plan de emperador que visita colonias lejanas, y ahora para imponer el ALCA y la presencia militar norteamericana, como ya está sucediendo en Paraguay, parece inevitable el rechazo. Para el que sobran razones que huelga enumerar aquí, porque ya lo vienen haciendo extensamente todos los que en Mar del Plata confluirán en la alternativa “Cumbre de los Pueblos”, cuyas máximas figuras convocantes son Adolfo Pérez Esquivel y Víctor de Gennaro.
El clima no es favorable para la mesura, además, porque este hombre representa la ideología ciega e insensible de quienes creen que la pobreza en Latinoamérica es sólo un asunto interno nuestro y debido a incapacidades propias. Esa negación contumaz de que los Estados Unidos tienen una enorme responsabilidad en el atraso es la clave del resentimiento que hay en nuestra sociedad hacia ese país, y acaso podría ser —si algo se desmadra en Mar del Plata— el disparador de sombrías consecuencias que este texto prefiere no imaginar.
Cabría subrayar también que a Mar del Plata no viene el pueblo norteamericano sino un presidente que no representa la cultura de la Libertad y la Democracia que es orgullo de esa nación. Quien viene es adalid del autoritarismo contemporáneo: un jefe de estado cuya sonrisa oculta prepotencia, bombas, invasiones, bloqueos y feroces extorsiones financieras, y cuyo doble discurso recuerda cada vez más a los jerarcas del estalinismo. Es francamente muy difícil cualquier honesta simpatía con la Casa Blanca de hoy.
Salvo los que siempre se acomodan donde calienta el sol, y los que no tienen más remedio porque hoy son gobierno, la verdad es que el clamor de Latinoamérica es el repudio a este hombre cuyo vicepresidente le pide en estos mismos días a su Congreso que apruebe la tortura como método de combate al terrorismo.
Hubiese sido más acertado que esta Cumbre discutiera políticas de generación de empleo y superación de la pobreza, y que en lugar de geopolítica la treintena de jefes de estado debatiera ambientalismo y ética con el “amigo americano”. Por eso no fue muy afortunada la declaración de Rafael Bielsa al diario La Nación preguntándose si “tiene sentido discutir sobre corrupción (…) en un país donde el 37 por ciento de los compatriotas tiene problemas económicos”.
Uno pensaría que sí tiene, y debió ser materia de esta cumbre. La corrupción es uno de los principales obstáculos para el desarrollo. Es impresionante la cantidad de recursos que se pierden anualmente en sobornos, y sus efectos son devastadores no sobre los ricos sino sobre los pobres.
La semana próxima, cuando Mardel retorne a la normalidad, la realidad, que es chúcara, seguirá empeñada en no ser surreal.
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