Noruega: País Modelo
La NaciOnline - 29/10/2006.
El circuito de los fiordos, entre paisajes imponentes y pueblos de cuento, en uno de los destinos más caros y con mejor calidad de vida en el mundo.
OSLO.- Hay que saberlo de antemano: Oslo es la ciudad más cara del mundo. Compite cabeza a cabeza con Tokio, Seúl, Moscú y, según dicen por las calles de este país escandinavo, gana.
El primer sentimiento de un turista de bolsillos devaluados es de espanto. Y las primeras compras se hacen prácticamente con la calculadora en mano, hasta acostumbrarse al pase a euros, dólares o pesos.
Con el paso de los días, uno se acostumbra a pagar 20 coronas noruegas (10 pesos) por una botellita de agua mineral en un quiosco o 90 coronas (45 pesos) por una hamburguesa completa. Porque aquí es de lo más habitual comer por la calle, al paso. Un pancho, una ensalada o una bandeja de sushi. Ir a comer a un restaurante es caro hasta para los locales.
Noruega seguramente está primero entre los países del Primer Mundo, pero la vida no es a cuerpo de rey. Los noruegos no toman taxis porque son inaccesibles (se manejan con la red de transporte público), son pocos los que tienen servicio doméstico y en los hoteles lo habitual es subir la valija uno mismo a la habitación. Pero la calidad de vida es envidiable.
La seguridad social sí funciona. Todos acceden a la cobertura médica, la educación, y los niveles de desempleo son bajísimos. No hay pobres, no hay ricos, y la sociedad se mantiene en equilibrio, con una brecha delgada entre los ingresos más altos y los más bajos.
La ONU ya lo eligió tres veces, junto con Canadá, como el país con mejor calidad de vida. Aunque siempre hay quejas: "Si uno se tiene que operar por un problema de salud todo es gratuito. Ahora, si no te gusta la nariz y te querés hacer una cirugía estética, cuesta una fortuna", comenta Ron Elgen, chofer que habla inglés a la perfección.
Sólo cuando las cuestiones monetarias quedan a un costado se empieza a disfrutar de la Noruega íntima, los paisajes verdes, los fiordos, los pueblitos chicos, los glaciares, y los mitos y leyendas de los vikingos. Porque en este país de apenas cuatro millones y medio de habitantes la naturaleza es protagonista.
"Para vivir acá a uno le tiene que gustar mucho la naturaleza, el esquí, la montaña y acostumbrarse a la tranquilidad, nada que ver con España", cuenta Dolores Blasco, una española que hace 10 años vive en Oslo y todavía extraña la vida festiva de su país.
Para codearse con la naturaleza, desde Oslo, una de las mejores rutas es la que se interna en lo profundo de los fiordos, hacia el Noroeste y que desemboca en Bergen, la segunda ciudad en importancia de Noruega.
Los fiordos habitualmente se recorren en crucero, pero para los que prefieren estar con los pies en la tierra, se puede hacer en auto, tomando ferries para cruzar de fiordo en fiordo o barcos para paseos de un par de horas.
Al contrario de lo que pueda creerse, en verano (entre junio y septiembre) el tiempo es cálido y agradable. Se puede andar en remera y hasta meterse al agua, pero en invierno todo se cubre de blanco.
Lo estudiamos en la escuela, pero para refrescar la memoria, un fiordo es un golfo estrecho y profundo, rodeado de montañas, formado por los glaciares durante el período cuaternario. Un accidente geográfico, como en el sur de Chile. Los paisajes son muy similares, mucha vegetación, rutas serpenteantes entre las montañas y grandes entradas del mar que se ramifican, como pequeños ríos.
Pero hay muchas diferencias, tal vez más que las aparentes similitudes. A las grandes extensiones despobladas de la Patagonia chilena se opone un paisaje salpicado constantemente de casitas muy similares y sencillas, que parecen de una maqueta de estudiante de arquitectura, con pequeñas parcelas dedicadas al cultivo de frutas o el ganado ovino. Algunas tienen el techo con pasto, como si fuera un jardín porque, según dicen, conserva el calor.
Entre esas montañas que se reflejan en el agua, tan limpia y transparente, deambulan los trols , unos demonios de épocas inmemoriales a los que se les atribuyen las desgracias. Estos personajes malvados ahora aparecen en souvenirs, remeras y esculturas.
Las rutas, todas asfaltadas, atraviesan las montañas con túneles que alcanzan los 24 kilómetros. Y los pueblitos, que aparecen diseminados de tanto en tanto, invitan a relajarse en hoteles administrados por la misma familia desde hace siglos o a ponerse las zapatillas para hacer deportes de aventura.
Uno de esos pueblos que brota en el camino es Geiranger, que está como acorralado entre las montañas, en un valle al que se llega después de varios zigzags. Apenas viven 244 personas, pero en plena temporada reciben más de 600.000 visitantes.
Ballestrand, en el Sognefjorden, el fiordo más largo del mundo, de casi 200 km, fue el refugio de pintores y escritores, y hoy un destino vacacional para oxigenar los pulmones. Hay muchos más, con nombres difíciles y desconocidos, pero vale la pena detener la marcha y contagiarse de esa atmósfera apacible.
Por Andrea Ventura
Etiquetas: Argentina, Chaco, Resistencia
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