Internet También Acerca A La Lectura
La NaciOnline - 13/01/2007.
Una experiencia distinta de la que proponen los libros. Según una encuesta, el 32% de los chicos porteños afirma leer ficción y ciencia en la computadora.
Mientras los adultos se preocupan por la presencia de la computadora en la vida cotidiana de sus hijos, muchos de ellos parecen estar encontrándole un uso positivo: la lectura de cuentos, novelas y textos de divulgación científica.
En una encuesta realizada por el Ministerio de Cultura del gobierno porteño entre 450 chicos de entre 9 y 12 años, el 32% afirmó leer en la computadora. De ellos, el 26% dijo leer divulgación científica, el 25,7% mencionó cuentos y novelas y el 17,8% habló de deportes.
Si bien el estudio -realizado para comprobar qué y cuánto leen los chicos fuera de la escuela- colocó a los libros en el primer lugar, con el 80% de las menciones, y a las revistas en el segundo, con el 59%, la percepción infantil de que también se lee por Internet contradice muchos supuestos del sentido común adulto.
Leer en la computadora, dicen los especialistas -con textos más cortos, posibilidad de acceso a imágenes y otros textos, y la lectura plana, pública y más desordenada que supone la pantalla-, es una experiencia en principio diferente a la que proporciona el libro, para algunos igualmente valiosa, para otros cuestionable.
Los que estudian el fenómeno, en tanto, enfatizan que el camino de la pantalla a las páginas de un libro siempre se recorre de la mano de adultos -padres, hermanos, maestros- que puedan transmitir el placer de leer, en cualquier soporte.
"La idea de que Internet perjudica el hábito de la lectura está fuertemente instalada en el sentido común adulto. Pero lo que Internet hace es volver a poner la palabra escrita en el centro", dijo a LA NACION Andrea Brito, investigadora principal del área de Educación de Flacso.
Sin embargo, advirtió, no todo es ruptura total con el libro: "La nota al pie de un texto escrito ya es un proto hipertexto, y en los libros hay imágenes". Según describió, la experiencia de lectura en Internet es distinta. "La palabra escrita convive con otros lenguajes, como imágenes móviles y música. No se lee en orden; la pantalla ofrece modos y direcciones distintas para leer", puntualizó.
"Es interesante que los chicos identifiquen la computadora como un lugar para una experiencia de lectura". Los textos en Internet "proponen una lectura más corta, fragmentada, con la posibilidad de escribir textos propios y reescribir otros", dijo Edith Litwin, profesora titular de Tecnología educativa en la UBA.
En la infinita variedad de la Web hay sitios donde los chicos pueden escribir historias o cambiar el final de cuentos conocidos. "Pero muchas veces no son formas literarias cuidadas", alertó. Litwin propuso cautela.
"La computadora puede estimular la lectura y la escritura en un formato que no es el clásico, pero no podemos hacer una relación lineal entre un chico que lee en una pantalla y la lectura de un libro", enfatizó.
También en este tema, el entorno de la casa es clave. De hecho, los sectores sociales marcan diferencias en el hábito de la lectura en Internet. Los chicos que afirman leer en la computadora llegan al 44% en los sectores más altos, al 33,5% en los medios y descienden al 14% en los más bajos.
El lugar de acceso a Internet también cambia: el 97,6% de los chicos de sectores altos afirma usar la computadora en sus casas, como el 72,9% de los chicos de sectores medios. En los sectores más bajos, el cyber alcanza el primer lugar, con el 63,5% de las respuestas.
La familiaridad que un chico tenga en su casa con el texto escrito es central. "Como en cualquier tecnología, usar Internet implica un capital material y un capital simbólico. Hay que ver cómo es el ambiente familiar de relación con lo escrito, qué hace un adulto para generar un vínculo con la palabra escrita en cualquier soporte que sea", dijo Brito.
¿Puede la computadora en la escuela equilibrar una familiaridad escasa con los libros en el hogar? Sí, si se la usa "como un modo de entablar un diálogo con los chicos, a partir de lo que les interesa. Son ayudas para favorecer procesos de lectura más genuinos y acercarlos al goce de leer", opinó Litwin. "No debe subestimarse Internet, pero tampoco hay que pedagogizar cualquier cosa".
Para Brito, "mucho de lo que los chicos hacen en Internet tiene que ver con las tareas de la escuela", por lo que también en ese ámbito se puede pensar "cómo leer de otro modo". Muchos escritores de literatura infantil y juvenil parecen, por ahora, los más escépticos. Descreen de que el hábito de la lectura en los chicos esté cayendo, como a veces se menciona, pero dudan de que la ficción les llegue a través de la computadora.
"Dudo de que lean literatura en Internet y de que la lean bien. Internet es lo contrario a la lectura de libros, que implica estar las horas que hagan falta con el libro y tener una relación tranquila con el texto", dijo Ricardo Mariño, escritor y guionista, autor de más de 70 libros para chicos y jóvenes.
"Valoro el uso que puedan hacer de Internet, de todos modos. Cuando están en contacto con la computadora, los chicos juegan con la herramienta de trabajo de la época, como hacían los chicos hace años con las herramientas de sus padres", dijo.
Pablo de Santis, autor de cuentos y novelas para adolescentes, sí lo hizo, pero es igual de escéptico. Su novela Agua muerta , escrita para ser colgada y leída en la Web, todavía puede leerse en el portal oficial educ.ar ( http://www.educ.ar/ ).
"Me gustaba el mecanismo del folletín, de escribir por entregas. Los capítulos son más cortos y al comienzo tienen una suerte de copete que resume el anterior", contó el autor de La sombra del dinosaurio y Pesadilla para hackers .
"No creo que los chicos lean en Internet. Pueden buscar información sobre algo que les interese, pero creo que seguirá creciendo el libro tradicional", afirmó.
Así como la presencia de libros no asegura que los chicos lean, la exploración que abre la pantalla puede continuar en un texto escrito si en una casa se logra "armar el deseo de leer", dijo Brito.
Por Raquel San Martín
De la Redacción de LA NACION
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