El calentamiento nos afecta a todos ...
Jeremy Rifkin
El País
Primero fue el ensordecedor estruendo del Katrina que se cernía a 240 kilómetros por hora sobre la costa del Golfo, en Estados Unidos. Luego fue el silencio sobrecogedor, mientras las víctimas eran arrastradas hasta la orilla y al mar. Y en los días posteriores, parece que todo el funcionariado de Washington esté aguantando la respiración, por si el vergonzoso secreto sale a la luz: que el Katrina es la factura de la entropía por haber incrementado las emisiones de CO2 y el calentamiento global.
Los científicos llevan años advirtiéndonos. Nos dijeron que vigiláramos el Caribe, donde es probable que aparezcan los primeros efectos dramáticos del cambio climático en forma de huracanes más rigurosos e incluso catastróficos. En los últimos años se ha reanudado la actividad e intensidad de los huracanes en la cuenca del Caribe. Ahora, la tormenta asesina del Katrina se ha cobrado su venganza y ha sembrado una devastación incomprensible en una amplia franja de la zona sureste de Estados Unidos. La realidad es que se recordará al Katrina como la "gota que ha colmado el vaso" en la era de los combustibles fósiles, el momento en el que la ciudadanía estadounidense comenzó a descartar el cómodo mito de que el fin de la etapa del petróleo y los catastróficos efectos del calentamiento global pertenecen a un futuro lejano.
El futuro llegó a las costas del lago Ponchartrain con una gigantesca ola que se precipitó por las calles de Nueva Orleans para sembrar la destrucción y el caos en las tierras bajas de la región del golfo de Misisipi el lunes 29 de agosto, y el resultado es que Estados Unidos y el mundo han cambiado para siempre.
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