Escuela De Campo, A Minutos De La Ciudad

El Diario de la Región - Sábado 15 de abril de 2006.

Entre los yuyos, funciona la Escuela Nº 62. Muchas son las necesidades de la Escuela Nº 62, sin embargo, niños y educadores viven en una armonía que sólo la intimidad con la naturaleza da.

Decir naturaleza, es hablar de yacarés que asoman sus cabezas en la laguna lindante, de yararás, que sigilosas atraviesan el patio de yuyos altos, de la leña cortada de árboles vecinos para preparar la comida y los refrigerios; de murciélagos y avispas que se "emperran" en hacer sus nidos en el edificio.

Pero más allá de esos peligros y limitaciones, de una postergación continua, educadores y alumnos, viven en una armonía envidiable que se vuelve patente para el que llega de la ciudad.

Su mote de escuela de campo no es gratuito, aunque la Escuela Nº 62 "Contra Almirante Valentín Feilberg", está ubicada a escasos minutos de la ciudad.

Asentada en Villa Fabiana, zona norte ("la zona pobre, en Villa Fabiana sur están los que tienen plata"), a unas diez cuadras de la ruta.

Monte y campo fagocitan las desparramadas casas de aquí y allá, donde no llegan los sonidos de autos pero sí se vuelve pleno el llamado de la chicharra y el canto de los pájaros.

Sencilla estructura, pintada con esmero pintada, patio amplio, olor a guiso. Atiende en turno mañana para EGB 1 y 2 y por la tarde, el tercer ciclo. Una población de 90 alumnos atendidos por cuatro docentes, en tres salones. Es directora, Teresita Zárate.

A cargo de la escuela está el maestro Walter Canteros; su guardapolvo blanco no lo exime de estar barriendo la galería ya que no se cuenta con portero. "No me voy más de esta escuela -confiesa- acá los chicos son muy sanos, muy respetuosos".

Hay un gran sentido de la solidaridad como el que demuestran las señoras Norma Peloso y Mirta Caleri, que desde hace años colaboran en la cocina.

Es común la llegada de los alumnos a caballo o en carro, pues se trata de zona rural. O chicos que caminaron cinco o siete kilómetros para venir a estudiar (y comer). En la escuela se sirve desayuno, almuerzo y merienda para unos cincuenta chicos promedio, aún con feriado, paro o en época de vacaciones.

La biblioteca del establecimiento, es en extrema modesta y una computadora a la que acceden los niños, parece un lujo inadecuado. Las necesidades son muchas, algunas imperiosas. Días atrás, una yarará mordió a un perro que estaba eventualmente en el establecimiento.

Los yuyos del patio están altos y "da bronca ver que en la rotonda de la Sarmiento hay a veces tres o cuatro máquinas cortando el pasto y nosotros no podemos conseguir que nos vengan a desmalezar".

El sentimiento de la comunidad educativa es de desamparo "donde las autoridades provinciales y municipales evidencian su falta de interés ante los sucesivos pedidos por notas y llamadas telefónicas para desmalezamiento".

Otro problema son los techos donde conviven gran cantidad de murciélagos poniendo en grave peligro a los alumnos. De mobiliario, esperan los bancos, escritorios, armarios y sillas pedidas en sendas notas. Siguen esperando.

Los baños -reino de sapos- sufrieron un rápido deterioro desde el año anterior, cuando vinieron a arreglarlos. "Cayeron todos los azulejos, no se colocaron mingitorios, hacen falta desagües porque cuando llueve se inundan y las "cachuí", hay que espantarlas todo el tiempo para que no aniden ...".

La institución recibe apoyo económico para el comedor (Refuerzo escolar de la Nación y Pronu de la Provincia), "pero siempre estamos con lo justo, con poquita carne, haciendo maravillas".

Padres y maestros deben concurrir al monte para abastecerse de leña, porque no cuentan con gas ni tampoco tienen cocina. Suple el artefacto básico una especie de planchuela de hierro asentada en ladrillos. "Necesitamos, al menos, dos anafes".

Toda esa precariedad, no impide que se mezcle un rico olor a guiso que se está cocinando en una gigantesca olla.