Editorial: Educar es Tambien Poner Limites
La NaciOnline - Domingo 08 de febrero de 2009.
Los padres de adolescentes enfrentan hoy graves desafíos, entre los cuales, acaso el más difícil, si corresponde, es decir que no.
Vivimos un tiempo cada vez más difícil en lo que concierne a la dificultad con que tropiezan los padres de familia para ponerles a sus hijos adolescentes determinados límites en el plano de la conducta, con el fin natural de protegerlos y de velar por su seguridad y bienestar.
Existe hoy entre los padres la fundada sensación de que sus hijos afrontan cotidianamente toda clase de riesgos, sobre todo en sus salidas nocturnas. Sienten que la noche los expone a los estragos de la droga o del alcohol, a los accidentes automovilísticos, a los secuestros, a los robos y, en suma, a los múltiples e imprevisibles desbordes de violencia o de perversión que los acechan tanto en los lugares de diversión más concurridos como en la patética y ocasional soledad de alguna calle transitada por malvivientes o violadores.
Los encuestadores que han investigado el tema coinciden en señalar que, en muchos casos, los padres de familia enfrentan no sólo esos miedos y esas amenazas externas, sino también sus propios fantasmas o miedos interiores, que les impiden ejercer la autoridad necesaria ante sus hijos.
"Cuando un padre o una madre discute con sus hijos, siempre le resulta más fácil decir que sí y le es mucho más difícil decir que no", aseguró una conocida psicóloga y encuestadora social, cuya opinión apareció registrada en un extenso informe periodístico publicado recientemente. Y agregó:
"Para los padres de familia, decirle que sí a un adolescente es siempre más fácil y más tentador, pues ahorra tiempo en discusiones y justificaciones desgastantes". No obstante, los padres consultados reconocen, en su mayoría, que han tomado conciencia, a la larga, de que deben aprender a decir que no, en determinados casos, en el diálogo con los hijos adolescentes, aun cuando ello les demande un gran esfuerzo moral.
Los padres admiten que el peor enemigo que deben afrontar y derrotar es ese fantasma interior que los lleva a decir que sí cuando discuten con sus hijos. En las distintas encuestas, extendidas principalmente a familias de clase media de la Capital Federal, se señala que sólo el 4% de los padres de chicos de entre 13 y 18 años se siente con la autoridad necesaria para prohibir la salida nocturna de sus hijos en los casos en que resulta evidente que esa salida implica un riesgo inocultable.
Sin embargo, los informes consignan que nueve de cada diez padres de familia se sienten al mismo tiempo llenos de miedo y experimentan una honda mortificación y una fuerte sensación de inseguridad cuando sus hijos adolescentes salen por la noche. Las investigaciones revelan, por otro lado, que entre los chicos entrevistados constituyen una minoría los que admiten sentirse inseguros cuando salen. La mayoría afirma que no pasa nada.
El avance del consumo de drogas, la tendencia creciente de los sectores juveniles al consumo indiscriminado de alcohol o el imperio de la violencia en sus múltiples formas y variantes revelan que hay razones sobradas para seguir de cerca y con preocupación los pasos que cotidianamente dan los jóvenes y los adolescentes cuando salen diariamente de sus hogares a buscar esparcimiento o diversión.
Nadie puede ignorar, entonces, que los padres de familia tienen hoy la obligación moral de esforzarse para recuperar la autoridad que habrá de llevarlos a ponerles límites a sus hijos en la medida en que un elemental ejercicio de racionalidad indique que puedan estar expuestos a riesgos ciertos o inocultables.
Para eso es fundamental que se restablezca en todos los casos un diálogo pleno y constructivo entre padres e hijos, fruto no sólo del afecto natural sino también de una compartida aptitud por analizar la realidad, en cada caso, con madurez y realismo.
No deben existir "miedos" ni "fantasmas interiores" a la hora en que los padres se sientan a dialogar con sus hijos y a decidir sobre cuestiones que habrán de condicionar sus destinos personales o sus modos de vida.
Ni puede haber razón alguna para que los padres renuncien a ese deber natural que los obliga a determinar y fijar los límites que sus hijos deben respetar en sus actividades cotidianas para defender su propia seguridad moral y física, y para proyectar y construir sus propias vidas en armónica y equilibrada relación con los valores que ellos mismos tienen el compromiso de preservar.
Que los padres asuman el compromiso, y la autoridad, de poner límites racionales y firmes a las conductas de sus hijos. Que los hijos acepten esa realidad natural concebida para darles seguridad y bienestar, y para asegurarles el mejor futuro posible.
Y que la sociedad entera comprenda que ese entendimiento entre padres e hijos es parte fundamental de una cultura que emana de su propia naturaleza y que tiende a garantizar la continuidad de los vínculos reales y el crecimiento hacia una vida mejor.
Algunos comentarios de lectores:
emasbe: En serio?? Cuanto tuvieron que estudiar para llegar a esa conclusion? En la adolescencia todos queremos trangredir reglas (en asi) si a tus padres tooodo les parece gracioso, nada los alarma, les parece imposible o cansador negar alguna cosa, no les interesa que la nena ponga en el fotolog fotos en las que parece una prostituta de diario, les parece normal que lso chicos salgan de su casa a la medianoche... que queda por trangedir? Salir a robar, mamarse hasta caer desmayado/a, etc. Yo amo a mis hijos, puedo hablar de todo con ellos, nunca senti la "brecha generacional" pero es clarisimo... yo NO soy su amiguita!! A los adultos les cuesta crecer!
buhoviejo48: Comienza la nota diciendo: Los padres de adolescentes.... Los límites se ponen desde la cuna, desde el jardin, desde la escuela, siendo firmes, cariñosos, sin temer, poner límites es querer. Despues de adolescentes es casi imposible, aprender lo bueno se aprende desde chico, y se ejecita toda la vida...
tehuelchen: Creo que no es ni más ni menos que nuestro modo de ser, ese que dejamos que nos cambie sin pensarlo mucho, y va ganando lugar en la sociedad, que no es más que la no saciedad del consumo, la ostentación, el tener, el poseer, que dejó atrás lamentablemente al "ser". Cuando revistas, diarios televisón bombardean con marcas, estilos, lugares, como por Ej. una marca de cigarrillos que mata a través del slogan "el que marca tu nivel" y vamos escuchando ese canto de sirenas como queriendo vivir una realidad que cada vez está más lejos, para acicateada por el consumir. Los padres, en caso de estar "los" padres, han dejado la casa para tener la mayor cantidad de "entradas económicas" posibles... ¿porque ¿viste?, no alcanza... mi nene quiere zapatillas de 500 pesos y mi sueldo es de 1.500, la nena otro tanto y tienen que salir y no van a ir así nomás... Es decir estos padres se preocupan por vestirlos por fuera... el ostentar, el mostrar. Un viejo amigo me decía, cuando más se adornan por fuera, menos hay por dentro. Y así vamos, los que no sabemos como hicieron su fortuna revolean las llaves de sus lujosos autos para demostrarnos que ellos pueden y esto motiva a los que no pueden, porque se ha instalado en la sociedad: "Si no tenés... ¡fuiste!". En tanto los valores del ser, están depreciados, han caído en desuso, han pasado de moda. Hoy hablamos del adolescente como si se tratara de un adulto y sabemos que no lo es, la falta de autoridad de los padres ha permitido ese salto al vacío.
marisagalli: Me encuentro en esta dificil situación de tener que poner limítes a una hija de 16 años. Tengo la ventaja de vivir en una pequeña ciudad donde todos se conocen, pero los peligros son los mismos. Violencia, drogas, alcohol,etc. Siempre traté de estar, de dedicarle tiempo y atención a mi hija. De sacrificar bienestar económico para acompañarla en su crecimiento. De trasmitirle los valores con que fuí criada: respeto a los mayores, al prójimo; el valor del esfuerzo, del trabajo, del estudio; que es más importante ser que tener. Sin embargo, llegando a esta edad, si bien he logrado inculcalcarle todo eso, el tema de ponerle límites a las salidas es un verdadero motivo de conflicto y decir que no es muy difícil. Cumplir el rol de padre, de figura de autoridad y dejar de lado el de amigo me cuesta mucho. Lo hago, pero me causa mucha angustia. Se que es lo mejor y que en el futuro me lo va a agradecer, pero me cuesta lágrimas y muchos desvelos.
moro108: Marisa, todos los que tenemos hijos, los míos ya tienen poco más de 20 años, pasamos por situaciones como las que vos describís, realmente a veces ejercer lo que se entiende por autoridad es angustiante, más en una sociedad donde se perdieron las jerarquías. Pero un padre, primero es siempre un padre y no un amigo. La relación amigo-amigo es igual-igual, de padre a hijo es una relación que implica jerarquía, no somos sus amigos, más allá de que podamos tener con ellos una relación cordial, amistosa pero de escencial respeto. Cada uno conserva su lugar, te guste o no. Tené coraje, me permito sugerirte que ejerzas tu función de madre sin culpas, creeme que facilitará que la relación entre Uds. perdure de modo saludable a largo plazo, mas allá de que estés ejercitando lo que dá en llamarse "paternidad responsable", cuestión de tu responsabilidad por cierto, que es algo de lo que no vas a arrepentirte que pese a los errores que cometas, acordate que somos humanos. Va de corazón, espero te sirva y disculpame si me puse demasiado discursivo. Buen finde.
subray: Mis hijos ya tienen 34 y 35. Y ya son padres también. Por razones que no vienen al caso me tocó criarlos sola. Vivíamos en una localidad correntina limítrofe con el Paraguay, donde yo trabajaba. Con otros padres realmente preocupados por la droga que corria entonces como en hoy en todo el país, llegamos a una sabia conclusión: NO HABIAMOS ESCUCHADO EN LOS MEDIOS A NINGUN DROGADICTO QUE AFIRMARÁ QUE LLEGÓ A ESO POR TENER UN PAR DE VIEJOS HINCHA PEL.. QUE SABÍAN DÓNDE ESTABAN Y QUE HACÍAN A CADA HORA DE CADA DÍA. Entonces nos convertimos en policías y choferes de nuestros hijos. Los llevabamos a competir en deportes en otras localidades. Aparecíamos a cualquier hora en la escuela preguntando cómo andaban, ibamos a todos los actos y desfiles escolares. Yo tenia un Citroen 3CV. Llegaba muerta del trabajo y me estaban esperando para que los llevara a inglés o computación, O al gimnasio... UNA TAREA ENORME COMO PADRES ERA LA NUESTRA. Cuando llegó la época de los cumpleaños de 15, los bailecitos, las matines los llevábamos y los pasabamos a buscar a una hora prefijada. No obstante a cada hora nos dábamos una vuelta por los alrededores, muertos de sueño. Así hasta los 18 años. Siempre a su lado con una enorme sonrisa, pero vigilando. Una vez un amiguito de mi hijo me dijo: "Cómo los quiere Ud a los chicos. Siempre viene a las competencias de natación. De mi casa nunca viene nadie". Me mató. Su padre era compañero de trabajo mío y su mamá ama de casa... (...) Una vez le pregunté a mi hija (tipo novelon de TV) si había pensado alguna vez irse de la casa. Y me contestó la desgraciada: "Estás loca! Con lo bien que se come aquí". Hoy es una madraza y mi hijo un padrazo!
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