Sucia Idiosincrasia

Primera Línea Online - Martes 01 de agosto de 2006.

Señor Director:
Un perro desguaza la bolsa de polietileno que antes un vecino dejó en la vereda, de hecho, porque el cesto de donde la recoge el servicio recolector estaba lleno.

Con la misma libertad, un transeúnte de traje arroja al piso la tapa del yoghurt que consume al paso con una cucharita descartable que, por el antecedente reciente, seguramente seguirá el mismo destino que la tapa.

Los hechos transcurren casi al mismo tiempo un día entre semana en una calle céntrica de Resistencia, en un horario comercial, cuando la gente, por apuro o indiferencia, no lo advierte.

Ambos animales, el de hocico y el de traje, inconscientemente contribuyeron a la conformación de la mugre diaria que yace en las calles resistencianas, en este caso en la designada con el polémico nombre Julio Antiargentino Roca, haciendo honor, paradójicamente, al militar líder de la limpieza.

La suciedad cerca del cordón será parte del paisaje urbano hasta la llegada del pelotón de beneficiarios de planes sociales. Los desempleados, durante buena parte de la madrugada siguiente, con escobillones, palas y carretillas no dejarán ningún rastro de la basura desparramada por el canino y por las miles de personas que circularon la calle durante la jornada.

Al día siguiente, difícilmente no suceda lo mismo. Si el cesto de donde recoge la basura el recolector está lleno, el vecino volverá a tentar al perro dejando la bolsa en la vereda, los transeúntes arrojarán al piso cualquier residuo que tengan encima, los que transiten en auto se desharán, por la ventanilla, de cualquier basura que les pueda dañar el tapizado.

El desinterés por lo que es de todos, reinante en cada acto, trazará las pincelas del paisaje poco vistoso de la ciudad.

La intendenta podrá seguir con la intención de minar las calles de simpáticos tachos amarillos, pero a juzgar por los hechos, el resistenciano no se tomará la fugaz molestia de dirigirse hasta ellos para depositar allí lo que antes clasificó como desecho, tampoco lo guardará en un bolsillo hasta llegar al cesto doméstico, seguirá prefiriendo tirarlo en la calle, es más cómodo y, desde un óptica cultural, lastimosamente no mal visto.

De modo que Resistencia sea una ciudad poco limpia no es culpa ni de la Municipalidad, ni de los hermanos que acampan en la plaza, ni por la falta de cestos en la vía pública, es de quienes la conforman, de los resistencianos y su idiosincrasia.

Mientras no sea reemplazada esa costumbre, ese maloliente uso social instaurado en la sociedad, habrá trabajo asegurado para muchos proyectos Ciudad Limpia en las próximas generaciones.
Evaristo Florestello.