Sida Y Sífilis: Estadísticas Alarmantes
La NaciOnline - 03/02/2007.
A la noticia de por sí preocupante de que en los hospitales móviles instalados en Mar del Plata este verano se está diagnosticando un caso de VIH cada 48 horas, se ha agregado otra estadística no menos grave, y es que, entre los veraneantes que consultan, el 4 por ciento recibe un resultado positivo de sífilis, enfermedad que parecía olvidada, pero que actualmente registra cifras en permanente ascenso.
Los datos corresponden a las primeras dos semanas de tests gratuitos de la campaña Verano+Salud, que realiza el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires en centros de veraneo de la costa atlántica; hasta ahora, más de 600 personas, la mayoría de ellas turistas que están de vacaciones en esa ciudad, se sometieron voluntariamente a esos estudios.
Si bien los casos detectados de portadores del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) representan el 1,2 por ciento del total de los análisis -cifra similar a la registrada en la temporada anterior durante el mismo operativo-, las cifras de sífilis no sólo indican que esta enfermedad está creciendo, sino también que la mayoría de los casos positivos corresponden a personas jóvenes, de entre 20 y 30 años.
Aún hay más: los expertos calculan que desgraciadamente sólo dos de cada diez casos se conocen, mientras el grueso del problema continúa en las sombras. En la provincia, las notificaciones han crecido, desde 2002, casi un 70 por ciento.
Tanto en el caso del sida como en el de las infecciones de transmisión sexual (ITS), que el aumento se registre entre la población más joven coincide con el hecho de que el contagio está estrechamente ligado a conductas de riesgo y se relaciona también con otra circunstancia, si bien ésta es de carácter cultural: la sífilis, como las demás enfermedades de transmisión sexual (otro mal en ascenso es la gonorrea) no son conocidas siquiera de nombre por los más jóvenes y aun los muchos adultos que sí las han oído nombrar creen que ya son cosas del pasado lejano.
Todas las ITS, admiten los especialistas, quedaron opacadas ante la omnipresencia del VIH, que se convirtió en la enfermedad del siglo. Sin embargo, el conocimiento sobre las ITS es fundamental para la población en general, porque si bien, a diferencia del VIH, pueden curarse con antibióticos, la mayoría de las veces son la puerta de entrada para el virus de inmunodeficiencia, lo cual las vuelve doblemente peligrosas.
Aunque en el Ministerio de Salud de la Nación asocian este aparente aumento de casos a que ahora se cuenta con mejores registros y diagnósticos más precisos, también admiten que muchas veces los casos de sífilis se detectaron por casualidad, es decir, porque la persona enferma, pero con la sífilis en etapa asintomática, se enteró al donar sangre o al hacerse algún tipo de examen.
Conviene recordar que las ITS, de no tratarse a tiempo, tienen graves consecuencias para la salud: pueden causar esterilidad, ceguera, parálisis, demencia, problemas cardíacos, malformaciones congénitas durante la gestación, cáncer de cuello de útero y hepatitis crónica, entre otras dolencias, además de multiplicar, como ya se ha dicho, el riesgo de contagiarse el sida.
Resulta evidente, por lo tanto, que, contra lo que podría creerse, todavía hoy hay muy poca información y educación sobre estos temas. No hay que olvidar tampoco que la tragedia que desencadenó el sida en el mundo creció con la pobreza, con lo cual la combinación de falta de educación y pobreza configura un marco letal para el crecimiento de estos verdaderos flagelos.
Como ya hemos sostenido otras veces desde esta columna editorial, el Estado debe instrumentar las adecuadas políticas públicas para hacer frente a esta grave situación. Esta vez, las condiciones son muy oportunas, pues en 2006 ha sido sancionada la ley integral de educación sexual, según la cual desde la escuela deberán promoverse actitudes responsables ante la sexualidad; prevenir los problemas relacionados con la salud en general, y la salud sexual y reproductiva en particular.
Ahora bien, más que nunca es necesaria la presencia de los padres y de la familia en su rol de primeros educadores de los niños y los jóvenes. Esta función, que es indelegable, sólo puede ser cumplida con respeto hacia la dignidad integral de la persona humana. Así, la cooperación entre el ámbito del hogar y la escuela será fundamental para que estas estadísticas conocidas hoy puedan retroceder en el corto plazo.
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