Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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viernes, enero 27, 2006

Papeleras, Salud Y Nacionalismo

Primera Línea Online - Viernes 27 de enero de 2006.
Paper Work
Por Rodolfo H. Terragno
Publicado en revista Debate Nº 150

Hacia 1883, Asniéres no tenía más que diez hectáreas cultivadas. Suburbio industrial de París, apenas cosechaba humo.

Eso no inquietaba a los bañistas que inspiraron a Georges-Pierre Seurat. Su célebre obra (Une baignade à Asnières, 1883-1884) muestra a varios jóvenes disfrutando del Sena, mientras las usinas fuman en el fondo.

Los habitantes de Gualeguaychú no querrían -aunque los pintara un Seurat- emular hoy a los bañistas de Asnières. Se resisten a que sus vecinos uruguayos instalen, en el área de Fray Bentos, fábricas de celulosa (mal llamadas “papeleras”) que escupirían compuestos organoclorados en el río y corromperían el aire con el pestilente dióxido de sulfuro.

Todo comenzó cuando la Corporación Financiera Internacional (CFI), miembro del Grupo Banco Mundial, recibió el pedido de financiar dos proyectos:
• Orion, llevado adelante por Oy Metsä-Botnia Ab, de Finlandia.
• Celulosa de M’Bopicuá (CMB), a cargo del Grupo Empresarial ENCE, de España.


El gobierno de Entre Ríos, pobladores asustados y Greenpeace han puesto el grito en el cielo: Orion y CMB matarían los peces del río Uruguay, enfermarían a los ribereños y acabarían con el turismo. El gobierno de la República Oriental del Uruguay -entusiasmado con ambos proyectos- no quiere ceder.

Donde Botnia fabricará pulpa, hoy existe una astilladora de pinos y eucaliptos: Uruguay exporta astillas baratas e importa papel caro. La inversión en Orion y CMB (u$s1.800 millones; la mayor en la historia del país) ayudará a transformar una economía que, hasta ahora, cambió materias primas por manufacturas.

Su única fábrica de celulosa (Fábrica Nacional de Papel, Fonapel, instalada en Juan Lacaze, Colonia) produce 35.000 toneladas de pulpa: apenas 2,33 por ciento de lo que se fabricará en Fray Bentos.

En cuanto a tecnología, Orion y CMB emplearán la usual en Estados Unidos y Canadá. Las plantas uruguayas -alegan en Montevideo- serán más modernas (y menos contaminantes) que la mayor parte de las argentinas. No es fácil saber quién tiene razón.

Sería insensato ingerir la propaganda de los interesados: un industrial jamás confesará que envenena el ambiente.

No hay producción inocua de celulosa. Lo importante es establecer, en cada caso, si una planta causará daños grandes o minúsculos. Serán grandes si la planta libera demasiadas dioxinas y furanos: elementos sospechados de producir cáncer, trastornos neurológicos y alteraciones endócrinas.

Para fabricar celulosa, primero hay que eliminar (con soda cáustica) la lignina de la madera. La pulpa resultante es oscura y aún tiene restos de lignina. A fin de obtener una pasta pura y blanca, hasta hace poco se usaba cloro gaseoso. Combinado con los restos de lignina, el cloro caseoso (Cl2, también llamado “cloro elemental”) producía gran cantidad de dioxinas y furanos.

En los últimos años, fue reemplazado -en países donde se procura preservar el ambiente- por el dióxido de cloro (ClO2), base de un proceso denominado Libre de Cloro Elemental (en inglés, ECF). Si en vez de blanquear con Cl2 se blanquea con ClO2, se ahorra 80 por ciento de la contaminación producida por una fábrica de pulpa tradicional.

Con todo, el ECF todavía permite la liberación de dioxinas y furanos. Por eso Greenpeace, que lanzó en 1993 su campaña mundial Chlorine Free, aboga por el proceso Totalmente Libre de Cloro (en inglés, TCF), que se vale de blanqueadores alternativos: oxígeno, ozono o peróxido de hidrógeno.

No hay duda de que es el método ideal, porque reduce las dioxinas y los furanos a cero. El propio Banco Mundial lo reconoció en 1998:

“El uso de cloro elemental para blanquear no es recomendable. Sólo el proceso ECF es aceptable y, desde el punto de vista ambiental, el proceso TCF es preferible”.

El TCF es empleado en Escandinavia, Alemania y Austria, para satisfacer la demanda de mercados que -por convicción ecologista- se niegan a consumir papel producido con cloro o derivados, y prefieren pagar más por papeles fabricados con “tecnología limpia”.

En el mundo, 80 por ciento de la pulpa se blanquea mediante la secuencia ECF; sólo siete por ciento a través del proceso “ideal”. Las plantas de Fray Bentos seguirán, también, la secuencia ECF. La contaminación no será cero; pero estará dentro de los límites que el mundo desarrollado juzga “tolerables”.

Los efluentes emitidos no se limitarán a la cantidad (reducida) de dioxinas y furanos. Las papeleras liberan otros desechos, como metanol o amonios, menos agresivos pero no inertes.

El circuito cerrado -sistema que en la Argentina emplea Celulosa Campana- es un perfeccionamiento; pero no la panacea. El agua que interviene en la producción de pulpa debe ser purgada, y las impurezas son, luego, quemadas o biodegradadas. Parte de los contaminantes que no fueron a un río, suelen terminar en el aire. Los residuos sólidos van a rellenar suelos.

Está claro: la industria del papel, como cualquiera, contamina.

La Argentina, por su parte, no puede olvidar las fábricas de celulosa que tiene en la Mesopotamia, sobre el Paraná:

- Provincia de Buenos Aires, frente a Entre Ríos: Celulosa Argentina (Zárate; propiedad de Fanapel), Celulosa Campana (Lima, Zárate), Papelera del Plata (Zárate), Papel Prensa (San Pedro).
- Entre Ríos: Iby (Ibicuy, 123 kilómetros al sudoeste de Gualeguaychú).
- Santa Fe, frente a Entre Ríos: Celulosa Argentina (Capitán Bermúdez; también propiedad de Fanapel).
- Misiones, frente al Paraguay: Papel Misionero (Puerto Mineral), Pastas Celulósicas Piray (Puerto Piray) y Alto Paraná (Puerto Esperanza).


Ninguna de esas plantas utiliza el proceso TCF, que Greenpeace y el gobierno de Entre Ríos le exigen a Uruguay. Es cierto que los proyectos Orion y CMB exceden la envergadura de cualquiera de las plantas argentinas. No obstante, la técnica de blanqueado que se usará en Fray Bentos es idéntica a la empleada por las mayores papeleras del mundo.

Es, también, la que emplea la más moderna papelera argentina: Alto Paraná, que exhibe la ISO 14.001: certificado de buena gestión ambiental que otorga la International Organization for Standarization.

Si hay esfuerzos conjuntos, será fácil resolver el problema en poco tiempo. Si no, habrá secuelas en las relaciones bilaterales y la marcha del Mercosur.

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