Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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martes, agosto 21, 2007

Diego Está Desnutrido Y Come Tierra

La NaciOnline - 20/08/2007.
Pan
Con 12 años, está rodeado de pobreza y hambre.

QUITILIPI, Chaco.- Un asentamiento en las afueras de la ciudad de Quitilipi; una habitación de ladrillos; una cama sucia y maltrecha, y un fuego humeante en medio de la vivienda. Diego Romero come tierra en la puerta de la casita, con los mocos que le cubren la cara.

En plena crisis económica de 2002, el pequeño Diego había sido retratado por LA NACION como una de las imágenes de la pobreza extrema, la indigencia y la desnutrición.

A cinco años de aquella publicación, la historia de este niño regresa para mostrar, como una recurrencia fantasmagórica, que nada ha cambiado en su vida ni en la de sus hermanos ni en la su madre.

Todo sigue igual para él: incluso sus medidas físicas, aunque ahora tiene 12 años en lugar de siete.

Diego nació con una enfermedad neurológica y su estado de desnutrición salta a la vista, aunque en los informes médicos aparece como secundaria. En el hospital de Quitilipi lo conocen bien. De hecho, a través de las consultas realizadas entre las enfermeras, LA NACION logró dar otra vez con él después de cinco años.

Savina Romero, su madre, observa a su hijo y dice: "Se la pasa comiendo tierra".

"¿Tienen otra cosa para comer?", le preguntó LA NACION. "Está así nomás; en todo el día, la criatura no come nada. Hoy no comimos en todo el día porque no hay", expresó, con una naturalidad que estremece.

Sus otros dos hijos salieron a jugar y ella se quedó sola con Diego, que por su enfermedad no puede manejarse por sí solo. No habla, y camina con dificultad. "Pedí un changuito porque no puedo andar cargándolo por todos lados", comenta Savina. El cochecito todavía no apareció, según agregó.

Hace unos cuatro años -bien no lo recuerda-, Savina dejó su morada en la Quinta XV, un paraje rural en las afueras de Quitilipi. Se fue porque vivía en condiciones infrahumanas y terminó en este asentamiento en las afueras de la ciudad, casi en las mismas circunstancias.

"No tengo ninguna ayuda; a veces, un bolsín por mes con comida", confiesa, respecto de la asistencia alimentaria que recibe. "En el hospital no le dan la leche porque ya pasó la edad", dice, con palabras que no suenan a queja sino a resignación.

Al mostrarle la foto de su hijo en 2002, Savina señala a Diego y esboza media sonrisa. Parece no comprender bien los porqués de la nueva visita. "Los chicos tienen todos los documentos", expresa con extraños reflejos Savina, por las dudas, ante lo que supone alguna amenaza de quienes llegaron a su casa.

Al preguntarle si recibe algún tipo de plan asistencial por la situación de Diego y el estado de su familia, Savina responde que sí. "Tendría que cobrar 150 pesos por cada uno de los chicos, pero los tiene Nelsy, y después me pasa algunos paquetes de fideos y grasa", explica, sin entrar en demasiados detalles.

Otra vez, como cinco años atrás, Diego posa para la cámara, se divierte, hace gestos, juega y cuenta su historia mejor que nadie.

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