Docentes del Chaco y Sus Vivencias -Argentina- "Un pueblo inculto es más fácil de dominar"

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lunes, diciembre 08, 2008

Opinión: Cuando nuestros hijos son objeto de comercio

Por el Padre Jorge Lestani*

Casi nadie recordará ya el operativo conjunto que realizamos junto a los Padres en la Ciudad, el Municipio, la Policía y la Jueza de Faltas en la noche del 20 de Septiembre del año pasado cuando algún conocido empresario preparaba una fiesta con strippers en un conocido club familiar de la ciudad habitual en la organización de fiestas de recepción.

Aquel evento nos demostró que, cuando las autoridades se preocupan, en sólo 25 minutos podía lograr cortar el uso de nuestros pibes adolescentes como “moneda de cambio” de cualquier avidez empresarial.

Por aquel evento (que luego fuera la punta del ovillo para generar debates y hasta ordenanzas) se nos tildó de represores, de “coartadores de la libertad de expresión de nuestros jóvenes”, y otros insultos por el estilo, y hasta se nos amenazó en un medio de comunicación con realizar acciones legales para “proteger el derecho de divertirse”.

Previamente a aquel hecho habíamos denunciado el desenfreno de los jóvenes en junio, el descontrol en los boliches, la inacción para prevenir las grescas que se producían en todo el centro de la ciudad en las madrugadas de los días de bailes y eventos de diversión.

Y las cosas siguieron igual. Las trompadas a la salida, la venta de alcohol en lugares insólitos como en estaciones de servicio mientras lideramos las estadísticas de accidentes de transito en el mundo (¡!), las conservadoras en las recepciones a pesar de las ordenanzas vigentes y debatidas hasta el infinito (¡!)…

Pero verlo todo junto en perspectiva como lo hemos hecho con estupor en esta semana quizás nos abra de una buena vez la cabeza. La muerte de Andrea Rodríguez, igual que la del chico Barbetti un año atrás, cuya única culpa fue ir a divertirse y esperar el colectivo para que una manga de imbéciles la despidan de este mundo con una irracionalidad feroz, y los operativos de control que descubrieron la superpoblación de los boliches (ninguna novedad a estas alturas) que terminaron hasta con violencia, ponen de manifiesto que el problema, aún con todas las advertencias que podemos hacer, es más hijo del “negocio” que del cuidado de nuestros pibes.

Si hablamos de derechos diremos que los chicos necesitan divertirse. Y está bien. Pero quien organiza las fiestas o los eventos, quien coordina un boliche, quien desarrolla cualquier actividad que involucre a nuestros adolescentes y jóvenes debe saber que está obligado por una cuestión ética a cuidar la integridad de los mismos a rajatablas.

¿Cuántos muertos más necesitamos para darnos cuenta de esta verdad? ¿Necesitaremos un evento similar al de República de Cromagnon para dejar de poblar a mansalva los locales bailables? ¿Qué otro evento luctuoso que nos deje sin habla necesitaremos para darnos cuenta de que con un buen patrullero puesto en un lugar conveniente y haciendo su trabajo y no de turismo por los lugares potencialmente peligrosos logramos prevenir para no tener que lamentar después?

¿Cuántas asociaciones del tipo de Padres en la Ruta o en la Ciudad se necesitarán crear para que las autoridades reacciones y corten de raíz el problema? ¿Cuántas veces habrá que pedir que haya alcoholímetros no en las avenidas sino en las salidas de los locales bailables en la vía pública y con control policial para que nadie se suba a conducir sin el debido control?

Por estos días, todo el país habla de la inseguridad. Y ojo, no es una “sensación” como se supo decir, pretendiendo tomarnos por ignorantes a los ciudadanos.

Pero quisiera poner la lupa en dos aspectos conexos que, a mi modesto entender, se analizan poco por estos días:

* Primero, la inseguridad no viene sin impunidad. Si se tolera a quienes salen por la noche a “cintarear pobres” sin ningún tipo de pudor, no nos quejemos si después alguien sale a liquidar chicos en la parada de un colectivo. Qué lindo sería ver a estos guapos de la calle o a estos nenes de mamá barriendo las plazas cada tanto para tapar las hazañas que se mandan.

En mi época de estudiante (década del ’80) mandaban a los que hacían estas cosas a lavar los caballos de la policía montada. Hoy sería un “atentado a los derechos humanos”.

Pero mientras se habla por todos lados de los derechos humanos de quienes realizan acciones como estas se omite hablar de los derechos humanos de todos los demás, sobre todos de quienes son las víctimas de estas verdaderas barbaridades. Y eso está muy pero muy mal.

* Y segundo: mientras los padres en primer lugar y las autoridades después sigan sistemáticamente defendiendo a ultranza el derecho a una supuesta libertad y autodeterminación de los menores que están a su cargo, a una diversión sin freno, a un descontrol producido con la complicidad de dueños, locatarios, y demás actores que realizan y/o se encargan de controlar las fiestas y no se den cuenta que la verdadera libertad para ser tal supone el respeto y el cuidado por el otro y el deber de llevarlo a la práctica, seguirán muriendo los Barbetti y los Rodríguez una y otra vez.

Entonces, por no tener en cuenta estos aspectos, seleccionados entre otros varios más, cuando suceden los hechos luctuosos todos nos llenamos de estupor, pero mientras tanto, como dice el tango, “dale que va”, total somos todos “vivos”, somos todos “piolas”, somos todos argentinos, expertos en echarle la culpa al otro, y expertos en zafar y en eludir las responsabilidades de nuestros actos buscando vericuetos legales sin más ética que la de hacer unos buenos mangos a costillas de nuestros pibes.

Tomemos conciencia de que nuestros hijos no son una moneda de cambio y de que si los usamos mercantilmente nos exponemos a echar a perder lo mejor de nuestro futuro.

Señores: con los pibes no se joroba! Entiéndanlo. Y si no entiéndanlo las autoridades, votadas por los ciudadanos para representarnos que son prestas para los argumentos, pero enormemente lentas cuando de cortar “negocios” se trata. Y actúen. Sólo actúen, como en aquella ya lejana noche de septiembre del año pasado cuando demostraron a todos que cuando se quiere, se puede.

¡¡¡Por la vida de nuestros chicos!!!
* Vicario Parroquial de la Catedral San Roque

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