Vacaciones A La Educación

Por: Lic. Marco Fernández Leyes.
mfernandezleyes@nusquam.com.ar

Amplia repercusión obtuvo, entre todos los sectores de la sociedad, el polémico pedido de las empresas de turismo en el sentido de modificar la grilla de recesos escolares a lo largo del año, para adaptarlo a los momentos de mayor demanda.

Esta iniciativa, que olvida las condiciones (humanas, estructurales, sociales y económicas) en que se imparte la educación en la Argentina, pretende reordenar la grilla de las vacaciones basándose únicamente en qué es más provechoso para las empresas turísticas y de transporte de pasajeros. La propuesta pretende extender el ciclo lectivo hasta el 15 de diciembre, reducir las vacaciones estivales para que las clases comiencen a finales de febrero, acotar en una semana el período de descanso invernal y extender a una semana completa el receso por Semana Santa, entre las modificaciones más relevantes.

Tal como manifestó una docente de la ciudad de Resistencia a esta revista: “es una locura, ¿quién va a soportar ir hasta mediados de diciembre a dar clases si ni siquiera funcionan los ventiladores? ¿Cómo vamos a hacer para que los alumnos retomen el ritmo normal de clases luego de tantos cortes? Una semana de vacaciones, por ejemplo durante la Semana Santa, obliga a comenzar todo de cero, porque los alumnos estudian (cuando lo hacen) para el corto plazo y luego olvidan gran parte de los contenidos”.

Este tipo de sistemas se aplican en países como Francia, Inglaterra, Finlandia y Estados Unidos, que poseen estándares sociales, educativos y económicos inalcanzables para la Argentina. De hecho Finlandia (uno de los “top ten” en la clasificación de países con mejor nivel de vida) es considerada como el ejemplo mundial en cuanto a organización del sistema escolar, tanto por la reducida burocracia que lo rodea, como por los fructíferos resultados obtenidos. Por su parte Francia e Inglaterra se encuentran apenas un peldaño por debajo en materia educativa y presupuestaria.

Otra docente sostuvo que “es impensable poder trasladar ese formato a nuestro país. Primero porque las diferencias en la organización de la educación son abismales. Segundo, porque las diferencias culturales son tales que esos modelos sólo contribuirán a una mayor precarización de las condiciones y formas de enseñanza”.

Cuando sólo interesa ganar más Es admisible que toda empresa siempre busque ganar más, pues es éste el fin último del sistema capitalista. Más ello no debe inducir al error de ponderar el factor económico por encima de la calidad educativa, apoyándose simplemente en cálculos financieros que, fríamente, determinan la mejor distribución del descanso escolar a lo largo de los 365 días del año.

El beneficio inmediato debe ser obligatoriamente contrastado con la incidencia futura de tales medidas. Incidencia que, tal como está planteada la situación de la educación en la Argentina, redundará en un número creciente de personas que no puedan acceder o culminar los estudios básicos y que, por consiguiente, carecerán de los recursos (sobre todo económicos) necesarios para adquirir un paquete turístico. Tal escenario sería el peor para las empresas que centran su actividad en los viajes y las vacaciones.

El Estado como veedor
Resulta imperativo que ante propuestas que carecen de la menor consideración pedagógica o educativa, sea el Estado (en este caso las personas que se encargan de administrar sus recursos; los políticos) quien fije los límites y condiciones dentro de los cuales es posible desarrollar la tarea docente con normalidad.

Para ello es necesario que, primero, se determine y adapte a las necesidades de cada región del país los períodos de clases y vacaciones; teniendo en cuenta las condiciones climáticas y culturales que permitan el mejor desempeño del educador. Algo que parece razonable, pero que no se ve traducido a la realidad, es considerar que no es lo mismo comenzar en febrero las actividades en Chaco o Formosa que en Río Negro o Chubut; al igual que hacerlo durante julio y agosto en Santa Cruz o Tierra del Fuego.

En segundo lugar debe encararse una radical reforma salarial del sector docente, que incluya a los niveles Inicial, EGB1, EGB2, EGB3, Polimodal, Superior y Universitario. Esta recomposición tiene que asegurar condiciones salariales decentes, con ingresos superiores a los fijados como “mínimos” por la “Canasta Familiar”, para que quien enseña deba preocuparse por realizar su trabajo de la mejor manera y no por cómo hacer para subsistir hasta fin de mes.

El tercer punto está vinculado con el entorno socio-económico que rodea a la educación. Solamente cuando los niveles reales de pobreza, indigencia, desempleo y calidad de vida comiencen a repuntar (en la realidad, no a través de “dibujos técnicos”), lo harán también los índices educativos. Disminuirán la deserción escolar y el número de repitentes, y se elevaran los estándares de aprendizaje.

Finalmente resulta primordial que el mejoramiento y la optimización de la educación sean unos de los ejes centrales de las políticas gubernamentales. Que no se queden varados en los discursos partidistas y preelectorales. Que no sirvan como instrumento para captar votos, distribuyendo útiles escolares días antes de las elecciones. Y que, por sobre todo, las modificaciones se hagan a conciencia; privilegiando la formación integral de los ciudadanos por sobre mezquindades económicas, políticas o ideológicas.

Las empresas turísticas deberán sopesar mejor esta propuesta, considerando que lo que hoy se presenta como un jugoso fruto puede redundar mañana en una descomunal sequía.